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AMPLIAREl rejunte de Cano que denuncio fraude de entrada

El daño "canino"

¿Que queda después de este escándalo? Los razonamientos del fallo de la Suprema Corte de Justicia de Tucumán, son contundentes, terminantes. No hubo fraude, no hay razón para anular las elecciones.

Detalles.

El voto del Dr. René Goane señaló: “Incurre en arbitrariedad y, por ende, resulta descalificable como acto jurisdiccional válido la sentencia que omite valorar adecuadamente elementos de juicio que resultaban conducentes para la recta dilucidación del litigio y arriba a conclusiones que no se corresponden adecuadamente con las constancias de la causa”.

El recurso de nulidad y la Sentencia que lo acogió, lograron un fin evidente, minar la credibilidad pública de la trasparencia de las elecciones y con ello, como consecuencia inevitable, herir la legitimidad de las autoridades electas.

El procedimiento empleado es una acción corrosiva para la dignidad de las instituciones. Introduce la sospecha, enseñorea la desconfianza.

La maniobra urdida por Cano, es una perversa práctica que se viene desarrollando reiterada y sistemáticamente, desde distintos centros de poder o de interés.

Nuestra sociedad ha sido enfermada de desconfianza, a punto tal que nos definimos no por las bondades, virtudes o utilidad de las actividades que cada uno independientemente desarrollamos. Así si uno pregunta por un empleado público, no nos responden por lo que es, un servidor, sino que es un vago. Si preguntamos por el Juez, dirán es venal, por el médico, comerciante, por el abogado, tramposo, el político, mentiroso, el policía corrupto, el inspector, coimero, el cura sinvergüenza, el periodista, amarillo, el comerciante especulador, el banquero usurero y así, agregue el lector los ejemplos que le vengan en mente.

En un clima tal, donde nada ni nadie serio, ¿quien puede vivir en confianza social? Se vive en una jungla, en un infierno, donde el que pasa a mi lado y con quienes trato, son potenciales enemigos.

Ese es el producto del discurso policial, que imputa a quien piensa distinto dolo.

Pues bien, pasada la tormenta, deberemos darnos el paciente trabajo de reconstruir la confianza social. ¡Menudo trabajo! 

Por Luis Horacio Yanicelli