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AMPLIARAsesinato en el Expreso Oriente

Narrativa aplanada sin oportunidad para el desarrollo de los personajes

El brillo de exotismo y exquisita reconstrucción de época está presente, pero la narración que apela a un estilo clásico resulta aplanada por la cualidad general del producto: su corrección.

Por Pedro Arturo Gómez 

ASESINATO EN EL EXPRESO ORIENTE

(Kenneth Branagh, 2017)

Hay espectadores -sobre todo los entrados en años- que pueden echar de menos las adaptaciones cinematográficas de las obras de Agatha Christie, por su barniz de refinamiento y sofisticación, con el valor agregado de un firmamento de estrellas del cine reunidas para la ocasión, además de la debida cuota de misterio a resolver (¿el "¿quién lo hizo?") y sedoso suspenso infaltables en los relatos detectivescos de la célebre autora británica.

Todos esos condimentos estuvieron presentes en la ya clásica -aunque quizá algo envejecida- versión de Sidney Lumet de 1974, con un elenco despampanante que incluía a Ingrid Bergman (Oscar a mejor actriz de reparto por esa actuación), Laureen Bacall, Sean Connery, Vanessa Redgrave, Jacqueline Bisset, Anthony Perkins, John Gielgud, Michael York, Martin Balsam, Richard Widmark y Albert Finney, como el inefable detective belga Hercules Poirot.

Asesinato en el Expreso Oriente vuelve ahora al cine dirigido por Kenneth Branagh, quien también encarna aquí al famoso detective belga, con otro dream team actoral, donde se destacan las presencias de Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Judi Dench, Penélope Cruz, Willem Dafoe y Derek Jacobi. El brillo de exotismo y exquisita reconstrucción de época está presente, pero la narración que apela a un estilo clásico resulta aplanada por la cualidad general del producto: su corrección. No hay demasiada oportunidad para el desarrollo de los personajes que apenas son algo más que figuras de pasajeros en un tren sacudido por un crimen y una avalancha, sólo sobresale la untuosa oscuridad con la que compone su papel Johnny Depp.

El Poirot de Branagh también es correcto y si en algo llega a destacarse es en la representación de su gusto por Charles Dickens. Un viaje vistoso que no apasiona. La insípida música compuesta por Patrick Doyle -con una canción final nada más que bonita interpretada por Michelle Pfeiffer- hace que echemos mucho de menos la soberbia partitura de Richard Rodney Bennett, con su emblemático tema principal, escrita para el filme de Sidney Lumet.