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09/10/2016 - Historia

La ley de conchabos en la industria azucarera

La papeleta de conchabo es un ejemplo del mantenimiento de reglas coactivas de trabajo en varias provincias del país hasta fines del siglo XIX. Esta papeleta era un documento obligatorio que otorgaban los dueños de estancias, para retener a los peones en sus campos. Los que no la tenían, o eran encontrados fuera de la jurisdicción de sus empleadores, se consideraban “vagos y mal entretenidos”, y pasibles de sanciones.

Detallles Este sistema hunde sus raíces en tiempos de la colonia y se prolongó en el tiempo convirtiéndose en uno de los métodos de obtención de mano de obra en los ingenios y obrajes en el norte argentino hasta entrado el siglo XX.

En diciembre de 1745 el gobernador del Río de la Plata José de Andonaegui dictó un bando por el cual establecía un plazo de 15 días para que todos los indígenas y negros de la ciudad y campaña consiguieran un trabajo, caso contrario podrían recibir una pena de 100 azotes y ser condenados a dos años de cárcel.

Hasta mediados del siglo XVIII, estas formas de persecución se centraban en la población de “razas subordinadas”, especialmente negros e indios; a partir de ese momento, la persecución se generalizó sobre todas las personas sospechosas, independientemente de su raza; en la práctica, se aplicaba a cualquier pobre, es decir, quien no demostrara tener propiedades u oficio conocido.

En el caso de Tucumán, la “ley de conchabos” fue establecida en 1888, es decir más de 10 años después de la llegada del ferrocarril (1876). Este transporte reconfiguró la agroindustria de la provincia ampliando la demanda de azúcar a una escala sin precedentes al conectarla con el mundo pampeano, a la vez que permitió su modernización a través de la importación de maquinaria pesada.Todo esto requería grandes cantidades de mano de obra. Es decir, la creación de un ejército de trabajadores de fábrica y surco.

El conchabo, como sistema de empleo, sólo desapareció cuando sus costos fueron mayores que sus beneficios. Y esto no ocurrió sin lucha por parte de los trabajadores, que recurrieron a la fuga o a manifestaciones como la convocada por los socialistas en Buenos Aires, en 1896, contra las leyes de conchabo que aún regían en varias provincias.

Todavía en 1894, el director de Estadística de Tucumán argumentaba que esta ley era “tiránica hasta cierto punto, pero necesaria hasta tanto el peón jornalero adquiera otros hábitos que los que hoy por desgracia tanto le afean y envilecen”. Si bien fue perdiendo vigencia, este sistema recién fue eliminado de la legislación en Jujuy en 1916, y en Salta en 1921.

El historiador Daniel Campiha tratado en profundidad el tema de la ley de conchabos en la provincia.El problema es que esa normativa laboral, no fue reemplazada por ninguna otra, debido a divergencias en la élite azucarera. Un sector quería que se creara una ley que penara la vagancia, pero el proyecto nunca llegó a materializarse.

Aunque algunos industriales manifestaron cierta preocupación por la situación de los trabajadores a la mayoría sólo le interesaba el negocio azucarero y se opusieran a tratar una legislación laboral tanto en la Legislatura como en el Congreso.En consecuencia, cada ingenio tucumano, estableció sus propias normas de trabajo, inclusive redactando sus reglamentos como fue el caso del ingenio Bella Vista (1905).

El Estado intentaba ingresar en los dominios del ingenio a través del control de enfermedades obligándolos, por ejemplo, a construir pozos de agua potable para los peones. Pero con respecto a otras injusticias permaneció indiferente o distraído. La explicación reside en el hecho de que los miembros del gobierno eran al mismo tiempo integrantes de la élite azucarera.

Los ingenios ubicados en el departamento de Cruz Alta, al estar cerca del centro de poder (la ciudad capital), fueron más permeables en la mayoría de los casos a una supervisión del gobierno provincial, pero las fábricas azucareras del sur por su lejanía o aislamiento actuarían con independencia respecto de la esfera estatal.

El dirigente socialista de la Unión General de Trabajadores (UGT), Adrián Patroni, escribió en 1896 el primer libro sobre la situación de los trabajadores argentinos. Al referirse a la condición de los peones azucareros condenaba la ley de conchabos y desconfianza de su derogación (1896), ya que para él, “seguiría con otro nombre”.

Para Daniel Campi la clave de la derogación del sistema estuvo en los elevados costos de su sostenimiento y en la certidumbre, para algunos sectores de la élite, de que esos costos eran desproporcionadamente altos con relación a sus cada vez más inciertos beneficios.

Sin embargo, advierte Campi, poner énfasis en este aspecto del problema no significa descartar la incidencia de otros factores, como el interés de los medianos productores -también representados en la Legislatura tucumana- de terminar con reglamentos y prácticas que los hacían competir en desventaja en la captación de la mano de obra con los grandes industriales y terratenientes.

También debe tenerse en cuenta las tendencias reformistas encarnadas en el gobernador Lucas Córdoba y el conflicto de intereses desatado entre los patrones tucumanos y el Estado nacional, que no respetaba los “derechos” de los particulares sobre la mano de obra y “enganchaba” para el ejército a peones fuertemente endeudados.


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