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06/09/2016 - Por José Luis Gioja

Al peronismo nunca le cayó bien la paz de los cementerios

El presidente del Partido Justicialista opinó sobre la iniciativa de varios dirigentes de llevar adelante una segunda renovación peronista

Hablar de la renovación del peronismo sin remitir a 1987 y la enorme gesta de Antonio Cafiero, que peleó voto a voto por la gobernación de la provincia de Buenos Aires contra el candidato del radicalismo, apoyado por el mismísimo presidente de la Nación, don Raúl Alfonsín, sería dejar rengo al análisis.

El peronismo, movimiento con enorme vocación de poder, venía de dos derrotas electorales muy dolorosas, la de 1983, donde se disputó y se perdió la Presidencia de la Nación, y las elecciones legislativas de medio término de 1985, en ambas la Unión Cívica Radical se impuso con holgura.

Lejos de amedrentarnos, los peronistas, no sólo supimos aprender de las derrotas sino que además, y con esa enorme capacidad de empatía, interpretamos las demandas y necesidades del pueblo, sobre todo la del pueblo trabajador, del asalariado y de los sectores más humildes, y rápidamente nos pusimos a trabajar para revertir esos dos traspiés.

En todo esto, Antonio Cafiero tuvo un rol ineludible, fue el encargado de sumar a cientos de jóvenes profesionales con vocación política y de gestión y los puso a trabajar en equipos multidisciplinarios con el objetivo de armar programas de gobierno, con el claro fin de ganar la gobernación bonaerense en 1987.

En el plano político, no dejó rincón de la provincia de Buenos Aires sin visitar, Antonio era un verdadero Zoon Polítikón en términos aristotélicos, un "animal político", pero además era un dirigente de enorme carisma, y haciendo gala de esa virtud, más sus dotes de político, supo construir un armado que, no sólo entusiasmó a miles de militantes peronistas bonaerenses, sino que ese entusiasmo se trasladó a otras provincias.

Y así fue como el 6 de septiembre de 1987 el peronismo en el país revirtió dos derrotas electorales para alzarse con un triunfo contundente, y de la mano de Antonio Cafiero, la provincia de Buenos Aires volvía a tener a un gobernador peronista después del retorno de la democracia, dando nacimiento así a la Renovación.

Por estos días se habla de la Segunda Renovación del Peronismo, será quizás porque aquellos que éramos jóvenes en 1987 hoy ya peinamos canas, puede ser, pero no es el único motivo, hay una generación de dirigentes peronistas, hombres y mujeres jóvenes con enormes responsabilidades de gobierno, en intendencias, en provincias, también con fuertes cargas legislativas y también en plano gremial, que vienen empujando y haciéndose lugar dentro de la estructura del partido a fuerza de militancia y compromiso.

Es, ni más ni menos, el trasvasamiento generacional del que nos hablaba el general Perón ya de grande y con un gran cúmulo de experiencia en su haber.

Pero Perón también nos decía, y hay que aprender de esas enseñanzas, que los viejos debemos apoyar con nuestra sabiduría a los más jóvenes, que vienen con ímpetu, con entusiasmo, y no ser mezquinos a la hora transferir conocimientos, y los jóvenes deben saber aprovechar esa sabiduría de los mayores para aplicarla en la conducción y la construcción política. Pero esto no se hace tirando al viejo por la ventana, nos decía el General.

Hoy se vuelve a hablar de renovación en el peronismo, pero la renovación está en los genes del Justicialismo, en su ADN, nuestro partido es, por antonomasia, renovador, frentista e incluyente.

A nosotros también en 1987 nos tocó protagonizar la renovación del peronismo, éramos jóvenes entonces, pero nos servimos de los consejos de todos nuestros mayores que venían de años de militancia, y de luchas políticas muy duras en tiempos de dictadura, ellos, sin egoísmo, nos transfirieron sus conocimientos para poder afrontar lo que vendría.

Muchos de nosotros, y gracias a esos consejos y enseñanzas, luego ocupamos distintos puestos de responsabilidades, tanto partidarias como en la función pública, concejalías, diputaciones, senadurías y gobernadores salieron de esa "escuelita" que fue la Renovación Peronista de 1987.

Hoy el peronismo vive una muy activa vida partidaria con manifestaciones y expresiones de todo tipo. Dirigentes que arman reuniones y jóvenes que se capacitan y se preparan para asumir compromisos de Estado, todo esto es muy saludable para el Justicialismo; al peronismo nunca le cayó bien la paz de los cementerios, por eso aplaudo, celebro y aliento a que todo aquel que se sienta tocado, o que comparta el pensamiento peronista, se comprometa y se involucre con el partido, porque para triunfar en 2017 y 2019 vamos a necesitar de todos.

(*) Presidente del Partido Justicialista y diputado nacional.