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AMPLIARUn hombre envuelto con la bandera turca pasa delante de un vehículo militar en el aeropuerto de Estambul

Los servicios de inteligencia y el nacionalismo salvaron a Erdogan

Los servicios secretos turcos permanecieron leales al presidente Recep Tayyip Erdogan y fueron decisivos en las primeras horas del fallido golpe de Estado, al convertirse en un "escudo armado" del mandatario.

Detalles.

La "inteligencia" de Ankara fue fundamental por ejemplo cuando durante la noche del golpe los militares bombardeaban el parlamento y Estambul quedaba aislada por el bloqueo del puente sobre el Bosforo.

En los momentos más difíciles, cuando el golpe parecía victorioso, la jefatura del servicio de inteligencia armó un escudo protector para Erdogan, junto con la policía que siguió respondiendo al gobierno.

Un recurso estratégico sobre el cual el presidente reconstruyó rápidamente una parte significativa de su control y que fue fundamental por la lealtad del jefe de los servicios de inteligencia, Hakan Fidan, el "guardián de los secretos".

Amigo de Erdogan, Fidan renunció a su cargo en febrero de 2015 para presentarse como candidato a diputado en las elecciones de junio de ese año, pero el presidente lo obligó a revertir drásticamente su voluntad política y retiró su candidatura.

No fue una decisión sorprendente, pues Fidan era uno de los pocos hombres confiables para Erdogan: a la hora decisiva, sería él, junto con algunos jefes de policía, los que coordinarían las operaciones contra los golpistas.

Básicamente, fue el "escudo" de Erdogan y cumplió un papel reconocido directamente por el Jefe de Estado Mayor, Hulusi Akar, mientras él estaba prisionero de los golpistas en la base militar de Akincilar, a las puertas de Ankara.

Fidan fue por ptra parte quien garantizó que se difundieran los mensajes del presidente convocando a la "resistencia".

"No vamos a dejar las calles. No se trata de una operación que dura 12 horas", insistió ayer Erdogan, al pedirle al pueblo turco que siga movilizado hasta que cesen completamente los focos insurrectos. Sin embargo, este despliegue de leales, que va desde la vía pública hasta el palacio, difícilmente hubiese sido suficiente contra un golpe planeado mejor. Al asumir Erdogan el gobierno, en marzo de 2003, el ejército turco tenía la última palabra en las decisiones cruciales para el país. Según la OTAN y Estados Unidos, ese ejército era el único que garantizaba el orden laico impuesto por Mustafa Kemal Ataturk, el creador de la Turquía moderna. Sin embargo, Erdogan en los últimos años lo ha dado vuelta radialmente, acusando a sus generales y coroneles de alentar dos planes "subversivos", Ergenekon y Balvoz, que condujeron a la detención y a la destitución de cientos de militares Kemalistas.

Entre los expulsados del ejército hubo muchos generales, que han tenido desde entonces un papel clave entre los seguidores del opositor Fethullah Gulen, acusado de ser el autor intelectual del golpe y autoexiliado desde hace tiempo en Estados Unidos.

En las horas previas al golpe, circularon versiones del arresto inminente de al menos 1.700 militares y 400 civiles "gülenistas", una amenaza concreta que decapitación del ejército que, posiblemente, aceleró los planes del proyecto golpista al que le faltaba más de una pieza.

Es así como, por primera vez un golpe militar fracasó en Turquía. También es cierto que, por primera vez, el ejército se ha enfrentado a un poder civil aún más fuerte.