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12/12/2014 - Ensayo

"La novela parece poder procesar un tipo particular de circulación del dinero"

En Ficciones del dinero. Argentina 1890-2001, la ensayista y docente Alejandra Laera revisa las ficciones que se escribieron al tiempo que el país atravesaba las dos crisis económicas más importantes de su historia, y de las que emergió reconfigurando los sistemas de circulación, distribución y legitimación en el campo de las letras.

El libro, publicado por el Fondo de Cultura Económica, estudia las narraciones subsidiarias del vil metal y las evaluaciones económico-morales que se pliegan en esos textos.

Laera es doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigadora del CONICET. Publicó, entre otros libros, El tiempo vacío de la ficción. Las novelas argentinas de Eduardo Gutiérrez y Eugenio Cambaceres y El arte de viajar. Antología de crónicas periodísticas.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T : 1890-2001. ¿Cuáles son los rasgos de esa fecha respecto al dinero?

L: Lo que se conoce como crack de 1890 y como crisis del 2001 han sido las dos más importantes crisis económico financieras de la Argentina, y en ambos casos se dieron junto con una caída del orden político institucional y en el caso del 2001, también del orden social. La especulación desenfrenada, el juego bursátil y el alza del oro en el 90 fueron los motivos que desencadenaron grandes pérdidas de fortuna, la ruina de muchas familias de la elite, el deshonor del nombre... El impacto fue altísimo, en parte por ser la primera vez que se atravesaba una experiencia de ese tipo, y en ciertos grupos, sobre todo artísticos y literarios, propició la emergencia de un discurso a la vez antimaterialista y moralizador. En el 2001 lo que entra definitivamente en crisis es la convertibilidad entre el peso argentino y el dólar, esa gran ficción del 1 a 1, que provocó no solo  un mayor endeudamiento para sostenerla, sino una gran fuga de capitales cuya contrapartida fue el llamado corralito, que impedía a los ahorristas retirar el dinero de los bancos. El colapso bancario, a finales de ese año, fue total, y sus consecuencias en diversos niveles alteraron por completo el paisaje social.
 
T: En cualquier caso, en una fecha y en otra, ¿cómo cambia la relación de la literatura respecto al mercado, y cómo cambia su circulación?
 
L: Después de décadas de una relación inescindible, la literatura argentina recién en los 1880 empieza a desvincularse de la política. Por eso, en 1890 el mercado de bienes culturales es todavía muy incipiente y su principal administrador es la prensa, que en ese entonces publica folletines y se encarga, en el caso de muchas novelas nacionales, de su posterior edición en libro. Apenas empieza a vislumbrarse, en esos años, la posibilidad de profesionalización de los escritores. Ese proceso de constitución del mercado concluye en la década del 30, pero hay que tener en cuenta que, pese a su creciente ubicuidad, el mercado siempre será bastante débil en nuestro país. Un siglo después, en el umbral del siglo XXI, se asiste además al fenómeno de los consorcios editoriales multinacionales, con la consecuente absorción o desaparición de muchas editoriales argentinas. Por supuesto, que en los 30 y especialmente en los 90 serán fundamentales no solo la cantidad de publicaciones y las tiradas, sino la distribución que se haga de las publicaciones en el mercado en lengua castellana y la circulación vinculada con la traducción.
 
T :¿Qué es lo que hace con el dinero la literatura, si aceptamos la idea de que la ficción no refleja más que algunas características superestructurales de las crisis económicas?
 
L: Lo llamativo tras el crack de 1890 es que, de pronto, en menos de dos años, se publican cinco novelas cuya trama gira alrededor de la crisis económica, como La Bolsa de Julián Martel o Quilito de Carlos María Ocantos. Evidentemente, no solo los escritores encuentran en el dinero un material narrativo de gran interés, algo que ya ocurría en otras literaturas, sino que ven posible su novelización en el contexto argentino, con personajes locales y con historias reconocibles. Por su parte, la década de 1990 está enmarcada por la hiperinflación del 89 y la crisis del 2001, y ahí también muchas novelas muy diferentes (como Plata quemada de Piglia, El aire de Chejfec oLa experiencia sensible de Fogwill) toman al dinero como protagonista. Por supuesto, no hay en estos casos representaciones realistas como un siglo atrás, pero una vez más la novela parecería querer y poder procesar diferencialmente tanto un tipo particular de circulación del dinero como la experiencia social que se tiene de él en tiempos de crisis.
 
T: ¿Sale fortalecida la literatura después de esos cimbronazos? El 2001, ¿no representa, además, el agotamiento de un modo de acumulación y en consecuencia un reordenamiento del sistema cultural?
 
L: Lo que sí ocurre después del 2001, y como suele suceder después de esos procesos de modernización abrupta y desigual, y de sus consecuencias en algunos casos sin retorno, es que vuelven a surgir editoriales chicas, independientes, que proponen otro tipo de agenda de publicaciones, aunque eso no implique para nada quedar afuera del mercado. Más bien lo que ocurre es que hay una zona que el mercado no controla del todo y permite una suerte de diversificación. En esa zona es donde pudieron instalarse escritores que en los 90 habían estado totalmente al margen del sistema incluso en el campo local, o emerger otros. Además, también se fomentaron nuevas redes de sociabilidad cultural. En el caso de la década de 1890, lo que ocurrió, más bien, fue la diversificación de las temáticas novelescas, aparte de que continuó firmemente la constitución del mercado de bienes culturales.
 
T: La figura del intelectual, del escritor, del artista, en uno y otro caso, ¿logra considerarse o consolidarse como una profesión, una actividadautónoma, con otro peso (en dinero y ponderación pública) inmediatamente a posteriori de estos sismos?
 

L :Antes que una relación causal entre la producción novelesca vinculada con la crisis y la profesionalización del escritor o su mayor autonomía, cuestiones que no van necesariamente juntas, lo que sí puede observarse en ambos momentos es la necesidad de autofigurarse o de proponer figuraciones de escritores y artistas en las mismas novelas en las que se habla de dinero. Como si el escritor tuviera que tomar posición como tal (como escritor, como artista, como novelista) respecto del dinero y de las circunstancias económicas a las que alude la historia que está contando. En el caso de los novelas de 1890 esa posición es siempre antimaterialista y está en contra de toda mercantilización. En los 1990, se trata de posiciones más complejas pero siempre aparece alguien que escribe, que cuenta, un poeta, un cronista... Las figuras de escritor parecen rediseñarse en esas mismas novelas protagonizadas por el dinero, a la vez que se presenta como una figura privilegiada para observar mejor que otras aquello que sobreviene junto con el juego económico, la especulación, la modernización desmedida. 

 


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