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Lanzan una imponente edición que documenta cuatro décadas de arquitectura argentina

l libro "Patrimonio arquitectónico argentino 1880-1920", el corpus documental y fotográfico de arquitectura más completo realizado hasta ahora en el país, con 500 obras inventariadas.

Fue lanzado no sólo como material de consulta ineludible, sino como obra para reflexionar sobre la identidad y la historia, observando cuatro décadas que se caracterizaron por la dependencia y la construcción de imponentes obras, elementos clave de la arquitectura nacional.

Este segundo tomo -el primero recorre de 1810 a 1880- editado por el Ministerio de Cultura de la Nación, es un impresionante libro de más de 740 páginas que estuvo a cargo de los arquitectos Alberto Petrina, titular del Centro de Estudios del Patrimonio Arquitectónico Nacional (CEPAN), y Sergio López Martínez, dos eminencias en la materia.

Esta "Memoria del Bicenentario" de bienes -una investigación en la que tambiém trabajaron los arquitectos Fermín Labaqui, Juan Pekarek, Adolfo Brodaric y Alejandro Gregoric- se presenta como un corpus con textos temáticos y generales que enmarcan históricamente el nudo arquitectónico del país, donde se resalta un claro sesgo federal a través de la mirada y la colaboración de especialistas regionales.

El inventario -que releva edificios nunca antes registrados- incluye documentos e imágenes de todas las temáticas y estilos arquitectónicos con obras a lo largo del país de los ámbitos oficial y privado; civil, religioso y militar; urbano, suburbano y rural, construidas entre 1880 y 1920, el lapso histórico de la consolidación institucional y fundacional dentro del modelo oligárquico agroexportador.

Pero este compendio, además, invita a rearmar un debate de una realidad a través de un testimonio físico.

Petrina, también titular de la cátedra Historia de la Arquitectura del Arte en la Uviversidad de Buenos Aires (UBA), explica a Télam que "este período representa dos proyectos políticos que el país tiene hasta hoy y que aún no están dirimidos pero, desde el punto de vista del patrimonio, no se puede dejar de reflejar con objetividad para luego discutir".

En ese aspecto se pueden ver las luces y sombras de la generación del 80, alma máter de un proyecto "que dejó mucho, pero que también creó una estructura que situaba al país en la dependencia", dice Petrina, en contraposición con "un proyecto nacional encarnado en San Martín, Juan Manuel de Rosas, Hipólito Yrigoyen, Perón y los Kirchner".

Durante esos años, Argentina era "la granja agroexportadora de productos primarios; la generación del 80 en aquel momento -en todo caso- tuvo ciertas alturas intelectuales y realizaciones que hoy la derecha que lo representa no tiene", dice Petrina y aclara: "Estamos hablando de gente controvertida como Roca y Sarmiento".

Es que mientras Julio Argentino masacraba indígenas y Domingo Faustino abogaba en no ahorrar sangre de gauchos, también dejaban a su paso impresionantes obras arquitectónicas: "Pretendemos librarnos de esa torpeza intelectual de negar lo que está a la vista. Yo me reconcilio con ellos cuando veo lo que construyeron, fueron realizadores inmensos", concede.

La Casa Rosada, el Congreso Nacional, el Palacio de Justicia, la Ciudad de La Plata, el Colegio Nacional Buenos Aires, terminales ferroviarias, silos, puertos, el Teatro Colón y excelsas municipalidades, son "producto de esa generación", remarca.

Con la estética de la Belle Époque y el academicismo italiano, estos hombres dejaron, por ejemplo, "un plano de escuelas deslumbrantes, edificaciones de infraestructura y hospitales pero, en materia de vivienda hubo que esperar al peronismo. Los que bajaban del barco iban al conventillo y, a nivel rural, a la tapera. Las hicieron por omisión", resume Petrina.

Las olas inmigratorias impactaron enormemente en el patrimonio de esos años. Roca, por ejemplo, construía con arquitectos italianos como Francesco Tamburini, que hizo la Casa Rosada y el Teatro Colón, o Víctor Meano, a cargo del Congreso; también resonaban Juan Antonio Buschiazzo y Carlos Morra como los nombres de esos años.

La arquitectura 'italianizante' de la clase alta llega con Roca pero, más tarde, aparecerá la influencia parisina en grandes palacios: "Los teatros son italianos por fuera y decorados a la francesa por dentro y los inmigrantes de la nueva burguesía buscan a sus propios arquitectos de la colectividad. Así surge el Art Nouveau, el liberty, el floreal y el modernismo catalán", ilustra Petrina.

Juan Pekarek, uno de los investigadores, acota que "los palacios franceses de la oligarquía eran ejecutados por maestros de obra italianos"; en tanto que Fermín Labaqui agrega: "Son los mismos constructores que dejan la tipología de la casa chorizo, construida por gente que tal vez no sabía leer, ni escribir, pero que tenían impregnada la estética del clasicismo".

Labaqui, también director del programa "Patrimonio y Nación" que emite la Televisión Pública, subraya la creación de "escuelas de excelente factura", en esa época, como "símbolo a la importancia que le daban a la educación".

"En ciudades no tan grandes hay escuelas-palacios de una manzana que se convierten en un hito. Uno es crítico con esta generación, pero esto es revelador", asegura Labaqui.

Pekarek detecta por su parte otra situación sorpresiva: "Cuando uno habla de la arquitectura de la generación del 80 se tiende a pensar en Buenos Aires, pero encontramos otros focos que abren el debate sobre un modelo que tenía claroscuros como los ingenios en Tucumán o las bodegas de Cuyo, que eran muchas".

Es que la diferencia Buenos Aires-resto de las provincias es desequilibrada en términos de obras, de hecho, dicen los autores, "es aplastadora y queremos que se note porque eso habla de un país pensado desde un puerto privilegiado con todos los dones y eso, por más que hubo gestos para revertirlo, sigue pesando hoy".

Para definir "una" arquitectura argentina, Petrina y su equipo optan por el eclecticismo y la diversidad: "Es un país con mezcla étnica, religiosa y cultural, nunca va a ser puro, todo es mestizo. Aún en ciudades pretendidamente 'blancas' como Buenos Aires -que se pretendió así hasta el '45- hay mezcla porque el que construía un palacio francés era un albañil italiano".

En esos años, Buenos Aires se consolida como una ciudad con vocación de metrópoli internacional y se lleva la mayor parte de los elogios arquitectónicos, pero en la actualidad la apuesta de la arquitectura vernácula está en las provincias.

"La construcción de identidad se da en donde hay una mirada hacia lo propio, lo regional, lo vinculado con la geografía, el clima y la adaptación con lo material. Hoy, los mejores arquitectos están en la Argentina interior", coincide el equipo.

"Patrimonio arquitectónico argentino" se consigue en los museos nacionales pero pronto estará on line en una plataforma digital con motores de búsqueda. La idea es que tenga un "perfil educativo para generar conciencia en los más chicos, porque si no conocen los valiosos edificios argentinos es muy difícil cuidarlos. No podemos amar aquello que no conocemos”, redondea Petrina.

Además, este imponente libro y su futura plataforma son cartas de intención para una futura Ley de Patrimonio: "Es un semillero para multiplicar la cantidad de declaratorias que protegen por ley a los edificios; es una base porque si no hay un inventario, no se puede pensar una ley; es ampliar el universo", concluye el arquitecto.