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Diego Golombek
Camara fotoAMPLIARDiego Golombek
14/11/2014 - Divulgación

Las neurociencias aportan un nuevo capítulo a la tensión entre ciencia y fe

En un nuevo episodio del antagonismo histórico entre ciencia y fe, el biólogo y escritor Diego Golombek plantea en su libro "Las neuronas de Dios" un repertorio de temáticas que explican desde el punto de vista científico distintos fenómenos asociados a la religión.

Entre tantos hallazgos y posibilidades disparadas por el avance de las neurociencias, que permiten medir el grado de excitación de las neuronas y avanzar en la comprensión de los sistemas que regulan el afecto y la toma de decisiones, a Golombek se le ocurrió que esta disciplina podría funcionar también para dirimir con nuevas herramientas las eternas tensiones entre ciencia y religión, que define como "disonantes, irreconciliables, el agua y el aceite".

Claro que su mirada está atravesada por la asepsia y el pragmatismo que definen el campo científico, aun cuando el autor de "El cocinero científico" no sea un investigador convencional y disfrute también de explorar otros campos -como la ficción- y lenguajes que exceden la nomenclatura de su saber: el resultado es un tratado que analiza desde el componente fisiológico de los arrebatos místicos hasta los circuitos neuronales que se activan en quienes rezan

La tesis de Golombek es que el cerebro está diseñado para aceptar lo sobrenatural y pone a disposición de ese cometido una serie de áreas que participan de las visiones religiosas. "A la pregunta ¿Dios existe? mi respuesta es 'Sí,­ existe y lo inventa el cerebro', sostiene a Télam el autor de "Cavernas y palacios", que a tono con una modalidad que involucra a otros científicos -como Facundo Manes o Estanislao Brachrach- presentará su libro en un teatro: la cita será en el Margarita Xirgu, el sábado 22 de noviembre a las 16.45.
En "Las neuronas de Dios", que publicó Siglo XXI editores, el biólogo juega con la idea de que el hombre prehistórico necesitó creer para aumentar su fortaleza -"salir corriendo antes de que lo pisara un mamut"- y en sucesivas mutaciones genéticas quedó impreso en el cerebro la necesidad de creer.

No sólo eso: las visiones místicas serían originadas por patologías como la epilepsia y la famosa "luz al final del túnel" -que dicen haber experimentado quienes estuvieron al borde de la muerte- estaría originada por el fenómeno de hipoxia, la falta de oxígeno que se produce durante un paro cardíaco.

- Télam: ¿La neurociencia es la disciplina que faltaba para ´desconsistir´ los fundamentos de las religiones? La posibilidad de identificar circuitos cerebrales que "podrí­an ser el origen y la huella de experiencias religiosas", como las visiones o la idea del túnel en las experiencias de agonía, derrumban todas aquellas expresiones que eran consideradas pruebas de fe?

- Golombek: La experiencia humana, en todos sus sentidos, no es siempre reducible a una disciplina cientí­fica; es compleja e involucra múltiples esferas del conocimiento. Básicamente somos dos cosas: lo que traemos de fábrica y también lo que hacemos con eso que traemos: el ambiente, la cultura, la sociedad en que vivimos.

Hay muchas explicaciones del fenómeno religioso que tienen una base claramente cerebral, y dentro de eso se destacan las "pruebas de fe" y las visiones mí­sticas, que en general están relacionados con la actividad de áreas especí­ficas del sistema nervioso central. No se necesitan explicaciones sobrenaturales para estos fenómenos.

- T: Los nuevos encuadres cientí­ficos en torno al cerebro parecen haber pulverizado la estructura binaria mente-materia que moldeó la filosofí­a y la religión durante siglos ¿Estamos ante la inminencia de un cambo de paradigma que obliga a replantear las relaciones de fuerza entre esas disciplinas?

- G: Está clarí­simo que no hay "dos cosas", mente-materia o cuerpo-espí­ritu. Lo que llamamos mente es una forma del funcionamiento del cerebro, un emergente de la actividad del sistema nervioso. El problema es que es fácil decirlo, pero complicado conocerlo en profundidad: aun estamos lejos de poder entender el origen de la conciencia o el pensamiento.

Hay muchos puntos en común entre la filosofí­a y la neurociencia cognitiva, que últimamente suelen cruzarse en diversos ámbitos académicos. Y sí­, considero que el tremendo aumento en el conocimiento del cerebro nos abre las puertas a un nuevo paradigma, pero del otro lado de las puertas hay un larguí­simo pasillo lleno de preguntas que nos van a tener entretenidos durante mucho tiempo.

- T: ¿Por qué podrí­a haber menguado el poder de la religión si el gran disparador de su consenso es el miedo a la muerte y la incertidumbre acerca de sus alcances, dos instancias que no colisionaron con el devenir tecnológico?

- G: Seguir creyendo en Dios es absolutamente pasional en una sociedad tecnológica, pero el porcentaje de personas creyentes es alto y sigue creciendo. Tiene que ver con que "evolutivamente" ya está cableado en el cerebro.

El miedo a la muerte es uno de los principales motores de la religión, que a cambio ofrece certezas incuestionables, mientras que la ciencia solo puede proveer preguntas e incertidumbres". Pero también está el rol social de las religiones, que han cohesionado culturas, brindado códigos éticos y regalado un factor común para identificar a los del propio bando y a los ajenos.

Del otro lado, la ciencia que, como dirí­a Darwin propone "una cierta grandeza en esta visión de la vida" que no requiere de milagros o verdades reveladas.

- T: ¿Así­ como se ha comenzado de hablar de genes especí­ficos como el de la maldad se podrí­a hablar de un gen de la creencia?

- G: Puesta de esa manera no. Un comportamiento tan complejo como la religión no puede ser achacado a la actividad de un gen. Sin embargo, hay evidencias de que la tendencia a la religiosidad es un carácter con un cierto grado de heredad, por ejemplo, en estudios con gemelos idénticos criados en ambientes diferentes. Hay investigadores que han propuesto que ciertas variaciones en algunos genes -que tienen que ver con el circuito de recompensa en el cerebro - estarí­an relacionadas con la propensión a las creencias, pero no es algo que haya sido bien explicado todaví­a.

- T: ¿En qué medida desde Galileo y Copérnico hasta las advertencias contemporáneas de la Iglesia acerca de la clonación y otras cuestiones, la religión ha funcionado como un obstáculo considerable para frenar o desacelerar el avance cientí­fico?

- G: La angustia a lo desconocido que tenemos de fábrica terminó por inventar la ciencia, una manera de conocer más al mundo y sus misterios - y eso es claramente imparable. En épocas como la edad media el progreso cientí­fico se vio dificultado por algunas doctrinas religiosas, pero el conocimiento siempre encuentra sus huecos en donde colarse. Eppur si muove.

- T: En el libro sostenés que los grandes mí­sticos de la historia como Moisés o Mahoma podrían haber sido epilépticos? ¿Por qué las visiones no podrí­an haber transcurrido en un carril paralelo al de los ataques epilépticos?

- G: Las visiones mí­sticas se relacionan con la epilepsia (o sea, un grupo de neuronas que se descontrola) de ciertas áreas del cerebro. Algunas descripciones de los mí­sticos más conocidos parecen coincidir con estos sí­ntomas.

Más allá de eso, no olvidemos que el cerebro humano es también susceptible a la sugestión, y un clima que requiere de visiones místicas (como Moisés en el monte Sinaí­) o Mahoma en sus retiros, seguramente producirá dichas visiones.

- T: La ciencia y la religión siempre ha sido consideradas manifestaciones de la búsqueda del hombre por entender el universo al que fue arrojado, pero mientras una se formula preguntas la otra se concentra en la búsqueda de respuestas ¿Cuál de estas dos "metodologí­as" parece satisfacer mejor las demandas y motivaciones de las sociedades contemporáneas?

- G: La ciencia es capaz de dar de comer o encontrar curas a muchas enfermedades, y esas son demandas muy claras de la sociedad. Para una proporción muy importante de la humanidad esto no alcanza y reclaman una visión sobrenatural, espiritual de sus vidas y sus problemas; así­, efectivamente, pueden sentir que la religión "satisface" sus motivaciones. 


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