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11/11/2014 - Salud

El ejercicio tiene un efecto similar al de la insulina

Entre 1992 y 2004 se realizó en EE.UU. un ambicioso estudio multicéntrico que pretendía comprender el rol de los genes en la respuesta cardiovascular y metabólica de una persona frente al entrenamiento aeróbico, y los cambios que produce el ejercicio sobre diversos factores de riesgo para los males cardiovasculares y la diabetes. Llamado “HERITAGE Family Study”, la investigación –que se dividió en tres grandes etapas- ayudó a comprender, entre otras muchas cosas, que existe una respuesta genética al ejercicio y que ésta es muy variable entre las personas.

Uno de los cinco autores principales de ese famoso trabajo, el Dr. James Skinner, ex presidente del American College of Sports Medicine, estuvo en la Argentina para participar del simposio sobre Diabetes y Prevención en el XIX Congreso Argentino de Diabetes, que se desarrolló en Mar del Plata del 6 al 8 de noviembre. Invitado por ILSI Argentina (International Life Sciences Institute)Skinner ofreció una conferencia sobre “Actividad física y diabetes de tipo 2”.

“La prevalencia de sobrepeso, de obesidad moderada y de obesidad severa ha aumentado mucho durante los últimos 60 años. Este aumento fue demasiado rápido como para ser causado por factores genéticos”, señala Skinner, quien también destaca el crecimiento del número de personas con diabetes en el mundo. “La mayoría de los diabéticos de tipo 2 también son obesos. Y si bien existe una predisposición genética a la obesidad, sabemos que aun con esa tendencia, si la persona se mantiene activa disminuye su riesgo a desarrollarla. Yo diría que en la mayoría de los países industrializados, la diabetes de tipo 2 se debe al estilo de vida y no a los genes”, explica.

Según el reconocido especialista en el estudio de la relación entre la actividad física y la salud, “el ejercicio, tanto de fuerza como el aeróbico, tiene en el organismo un efecto similar al de la insulina; por ejemplo, facilita el ingreso de la glucosa a los tejidos. Por otra parte –añade–, sabemos que la sensibilidad a la insulina se asocia con diferentes niveles de actividad física”.

Claro que no sólo los enfermos se benefician con una vida activa. Estar en movimiento produce cambios favorables en los lípidos, la presión arterial, la cognición, la calidad de vida, mejora los problemas cardiovasculares y el rendimiento físico, en general. “Estos beneficios son importantes para todos, no sólo para las personas con diabetes tipo 2”, aclara Skinner, quien recomienda a aquellos que permanecen sentados durante períodos prolongados al día, que se levanten y muevan durante varios minutos cada hora para contrarrestar los efectos negativos de estar inactivo. “Lo importante –insiste– es tener en cuenta que alcanza con hacer las cosas con moderación; no es necesario ser un atleta”.

Skinner informa que en personas con diabetes tipo 2, una sesión de 60 minutos de ejercicio de intensidad moderada antes del desayuno modifica la glucemia pos-prandial (después de comer).

“Muchos estudios han demostrado que una única sesión de ejercicio aumenta la tolerancia a la glucosa y la acción de la insulina durante más de 24 horas, pero menos de 72 horas. Así, se recomienda que los pacientes con diabetes tipo 2 se ejerciten al menos media hora 3 o 4 días a la semana”, aconseja el especialista. “De todas maneras –continúa–, muchas veces estos pacientes también son obesos y entonces, además, deben bajar de peso. En ese caso, conviene que hagan una hora de ejercicio todos los días”.

Un dato interesante es que no es necesario hacer todo en una sola sesión. Es posible acumular el ejercicio durante el día, mientras las sesiones sean por lo menos de 10 minutos.

Por su parte, el Colegio Americano de Medicina del Deporte y la Asociación Americana de Diabetes recomiendan al menos 150 minutos semanales de actividad física moderada a vigorosa como parte de los cambios de estilo de vida que ayudan a prevenir la aparición de la diabetes tipo 2 en adultos de alto riesgo.

¿A qué se llama ejercicio moderado? Skinner explica que es aquél en el que uno puede conversar con otra persona, pero se siente agitado. Una caminata a paso rápido, bailar, por ejemplo.


A la hora de pensar en ejercitar, no sólo se tiene en cuenta la actividad aeróbica, que eleva el ritmo cardíaco, sino también los ejercicios de fuerza. “Conviene hacer ambos tipos de
 ejercicio de forma regular. Pero en los pacientes que no son capaces de hacer ejercicio aeróbico estructurado, los que implican levantar peso pueden ser una alternativa eficaz para controlar los niveles de glucemia”, asegura Skinner. Y concluye: “Claro que los pacientes que están dispuestos y capaces de hacer los dos tipos de ejercicio tienen más chances de conseguir el mayor beneficio”. 

 

 


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