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17/06/2014 - Bicentenario

Montevideo 1814

El 23 de junio se cumple el bicentenario de la caída de Montevideo en manos de los revolucionarios porteños. Es un acontecimiento poco recordado pero fue decisivo en la historia de la independencia de la región, ya que marcó el final de las posibilidades españolas de recuperarla.

Hace doscientos años, el 23 de junio de 1814, Montevideo cayó en manos de las tropas que la sitiaban, enviadas por el gobierno de Buenos Aires. No se trata de un bicentenario más en una época en la que son numerosos: el episodio fue decisivo, ya que aseguró el triunfo, o mejor dicho la supervivencia, de la Revolución rioplatense.

Montevideo era un gran problema para los revolucionarios desde que los jefes de la escuadra naval fondeada en la ciudad, que era la base militar española en el Atlántico Sur, impusieron su voluntad de desconocer a la junta de gobierno creada en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. El levantamiento rural de 1811 en la Banda Oriental, a favor de la junta,obligó a estos contrarrevolucionarios a quedar encerrados solo tras las murallas montevideanas, pero allí resistieron.

Un símbolo de la amenaza que representaban se dio ese mismo 1811 cuando su escuadra bombardeó Buenos Aires (sin ninguna consecuencia). Su posición estratégica era clave: las fuerzas que enviaba el virrey del Perú desde el norte tenían como objetivo final coordinar una ofensiva sobre Buenos Aires con los montevideanos. El plan de los españoles que prepararon la “conspiración de Álzaga” en la capital, en junio de 1812, buscaba el auxilio de los marinos de Montevideo. Estos controlaban los ríos y realizaban incursiones dañinas (una de ellas fue vencida por San Martín en el combate de San Lorenzo).

Concientes de la importancia estratégica del puerto oriental, desde España comenzaron a llegar cada vez más hombres, que reforzaron a la guarnición local, a la que ya se habían sumado contrarrevolucionarios emigrados de Buenos Aires.

Después del fracaso en tomar Montevideo en 1811, los revolucionarios volvieron a intentarlo al año siguiente. El 8 de octubre de 1812 la Logia Lautaro tomó el poder en Buenos Aires y dos semanas después envió tropas contra la ciudad rival, a las que pronto se sumaron las fuerzas del “jefe de los orientales”, José Artigas. Montevideo quedó sitiada, aunque su dominio fluvial la mantenía en pie. Y las divisiones entre los revolucionarios la ayudaban a conservar la esperanza.

Es que el proyecto autonomista de los revolucionarios orientales chocó con el centralismo extremo del gobierno porteño y el enfrentamiento se fue agudizando durante 1813. El general José Rondeau, jefe del ejército porteño, logró establecer un buen vínculo con Artigas y reducir la tensión, pero la rigidez de la dirigencia de la Logia desembocó en un rompimiento,cuando a principios de 1814 declaró traidor al jefe oriental. Los artiguistas se retiraron del sitio y la ciudad amurallada continuó resistiendo.

La situación se definió en el agua. El gobierno porteño creó una escuadra al mando del almirante Guillermo Brown, quien obtuvo una victoria total sobre los montevideanos en el combate del Buceo, en mayo de 1814. La consecuencia fue el bloqueo de Montevideo desde el río, impidiendo cualquier aprovisionamiento. El hambre empezó a hace estragos entre los sitiados.

Su gobernador, Gaspar de Vigodet, intentó aprovechar las diferencias en el campo revolucionario y buscó seducir a Artigas para aliarse con él contra los porteños, pero fue en vano. Al mismo tiempo, en medio de una situación cada vez más desesperada, Vigodet inició negociaciones con los sitiadores.

Estos habían cambiado de dirección: ante la inminencia de la victoria Rondeau fue desplazado del mando por Carlos de Alvear, líder de la Logia Lautaro, que quería ser el conquistador de Montevideo. Los enviados de Vigodet acordaron con Alvear una capitulación por la cual entregaban la ciudad y se retiraban con sus armas y estandartes a Maldonado, desde donde se embarcarían para España. El general porteño aceptó y el 20 de junio de 1814 se llegó a un acuerdo, sellado con la entrada de numerosas reses para alimentar a los hambrientos defensores. Un grupo de realistas se negó a rendirse y se amotinó gritando “mueran los traidores”. Pero el grueso de la guarnición se plegó y se dispuso a abandonar la ciudad.

De inmediato, Alvear denunció que la capitulación no había sido plenamente aprobada y la rechazó, tratando a los vencidos como si se hubieran rendido incondicionalmente. La mayoría no se embarcó, algunos quedaron prisioneros y otros fueron incorporados a la fuerza a las tropas del ejército revolucionario.

La caída de Montevideo se dio justo a tiempo: Fernando VII acababa de volver a su trono y España se disponía a lanzar sus fuerzas, terminadas las guerras napoleónicas, contra los insurgentes americanos. Diez mil hombres se preparaban para dirigirse al Río de la Plata pero la noticia de la rendición hizo que los enviaran al norte de Sudamérica, donde derrotarían a los revolucionarios de Nueva Granada (hoy Colombia). España recuperaría en 1816 todo su antiguo imperio, salvo los territorios rioplatenses.

Las fuerzas de Alvear se apoderaron de distintos bienes en Montevideo, que remitieron a Buenos Aires. Pero el dominio porteño duraría poco: las fuerzas, bastante modestas, que Alvear destacó para someter a los artiguistas fracasaron completamente y unos meses más tarde Montevideo fue evacuada y entregada a las tropas de Artigas.

La toma de Montevideo no fue una batalla con ribetes épicos, no tuvo grandes hazañas, y eso hizo que no fuera celebrada posteriormente como otros combates de la guerra de independencia. Sin embargo, fue un episodio crucial. El imperio español se quedó sin posibilidades de recuperar el más austral de sus virreinatos. 

Gabriel Di Meglio 

 


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