Hugo Chávez significó para América Latina el renacer de los ideales de los Libertadores de construir soberanía a partir de la intregación política y económica, además de marcar con su accionar una nueva manera de pensar lo regional, hechos que se mantienen aún vigentes al cumplirse hoy un año de su muerte.
Chávez supo desde el inicio de su carrera política, con el fallido golpe de Estado en febrero de 1992 contra el gobierno neoliberal de Carlos Andrés Pérez, construir poder en base a un fuerte programa de distribución del ingreso y de cambio de las estructuras dependientes con las que Venezuela había crecido de manera excesivamente desigual desde que se convirtió en potencia petrolera mundial.
Con su triunfo en las elecciones de 1998, el mandatario bolivariano se propuso
acelerar los cambios y contó para ello con el incondicional apoyo de las capas
bajas y medias de la población y de un importante sector de las fuerzas
armadas.
El ideario de Simón Bolívar y de su mentor, Simón Rodríguez, le sirvieron a
este estudioso militar nacionalista para entender que para que los cambios sean
permanentes debería construir una unidad regional que ya habían intentado en
los años 50, pero sin éxito, Juan Domingo Perón y Getulio Vargas, entre otros.
“América Latina ha iniciado el mismo proceso que les quedó
pendiente a Bolívar, San Martín, O’Higgins y Artigas: la independencia”, dijo
Chávez el 27 de enero de 2006 en Caracas.
En sus primeros años de gobierno, Chávez impulsó con un amplio apoyo de la
ciudadanía, una reforma constitucional que sentó las bases para los cambios que
se realizarían hasta el momento de su muerte, el 5 de marzo de 2013, cuando
seguía siendo mandatario tras haber ganado 14 de las 15 elecciones que
enfrentó.
“Juro sobre esta moribunda Constitución que haré cumplir, que impulsaré las
transformaciones democráticas necesarias para que la República nueva tenga una
Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos”, dijo Chávez el 2 de febre de 1999,
cuando asumió como presidente.
Con la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el
presidente Chávez rompió con el andamiaje colonial que regía los destinos del
pueblo hasta su llegada al poder y presentó, en 2001, su Plan de Desarrollo
Económico y Social de la Nación donde se propuso lograr cinco grandes
equilibrios: Equilibrio Político, Equilibrio Social, Equilibrio Económico,
Equlibrio Territorial y Equilibrio Internacional.
De esta forma avanzó en esa primera etapa de la Revolución Bolivariana, que
estuvo llena de tropiezos y sabotajes, desde el golpe de Estado mediático
(2002), el paro petrolero (2002-2003), la huelga patronal (2002), el referendum
Revocatorio Presidencial (2004) y una campaña permante de hostigamiento y
satanización por parte de los grandes medios de comunicación de Europa y del
continente americano donde se intentó presentarlo como un “dictador”.
La lectura de las editoriales de los medios hegemónicos de
los últimos años deja abierta una pregunta que nunca contestarán sin develar
sus intereses políticos: ¿Cuál es la línea que separa a un “líder” de un
“caudillo” o a una “administración” de un “régimen”?.
La tarea en pos de la integración regional encontró a Chávez junto a otros
líderes como Luiz Inácio Lula da Silva, Néstor Kirchner, Evo Morales y Rafael
Correa, quienes superando diferencias de tiempos de acción y distintas
realidades internas, dejaron sentadas las bases para la definitiva
independencia de Nuestra América.
La Cumbre de las Américas de 2005 realizada en Mar del Plata, donde se frenó el
intento neocolonial de los Estados Unidos de crear una zona de libre comercio
en toda la región, es el mejor ejemplo de la firme decisión de esos
mandatarios.
La creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur); del Banco de Sur,
Petrocaribe, Telesur, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América
(ALBA) y sobre todo la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños) quedan en la historia como los hitos de construcción de estos
hombres que como Hugo Chávez, entendieron que la independencia definitiva sólo
se logrará si se da a nivel regional.
Dotado de un histrionismo único y de una memoria prodigiosa,
Chávez estableció una relación directa con el pueblo venezolano y restituyó la
autoestima de quienes hasta su llegada al poder no tenían voz.
En ese sentido, y después de la inocultable participación de los medios de
comunicación masiva en el fallido golpe de abril de 2002, el presidente
bolivariano entendió que “la batalla de ideas”, como la definió el líder de la
revolución cubana Fidel Castro, era imprescindible para lograr cambios definitivos
en su patria.
Para ello impulsó una ley de Medios de Comunicación (Responsabilidad Social en
Radio y Televisión), que dio voz y visibilidad a centeneres de medios
comunitarios y logró frenar, en parte, la violenta acción de los medios hegemónicos.
La figura de Hugo Chávez, como la de Néstor Kirchner y como lo es todavía la de
Lula da Silva, quedará como impronta de esta época en la que los pueblos
pusieron un freno a décadas de injerencia externa y comenzaron a ser artífices
de su propio destino.
Como los grandes líderes de la historia de Nuestra América, Chávez será
recordado por su entrega por los ideales de los libertadores y ya se ganó el
mote de “comandante eterno” con el que el pueblo de Bolívar lo bautizó tras su
muerte.
“Me consumo y me consumiré de por vida al servicio pleno del pueblo venezolano.
Lo haré gustosamente. Me consumiré todo lo que me quede de vida, así lo juro y
lo prometo delante de mis hijos y mis nietos”, dijo Chávez.
Este 5 de marzo, los pueblos de América Latina y el Caribe recordarán con actos
y homenajes a este líder político que entendió, como tantos otros, que “no
haremos el futuro grande que estamos buscando si no conocemos el pasado grande
que tuvimos”.
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