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27/11/2015 - Recitales

Camerata Lazarte interpreta Schubert

En el Salón Ibatín del Hotel Tucumán Center proseguirá el ciclo “Camerata Lazarte a mediodía”. En la oportunidad se escucharán las Tres Sonatas Opus 137 de Franz Schubert a cargo del violinista Gerardo Solórzano y el Mtro. Julio Lazarte en piano. El mismo día se reiterará el concierto en la Iglesia Catedral a las 21.30 horas formando parte del ciclo “Conciertos Espirituales en la Catedral”.

En ambos conciertos la entrada es libre y gratuita.

Las tres Sonatas para Violín y Piano, Opus 137, fueron compuestas por Franz Schubert en marzo y abril de 1816, a la edad de 19 años. Se encuentran al nivel de las obras más bellas surgidas durante este período crítico de su vida, cuando se sentía intelectualmente dispuesto para enfrentar la vida por sus propios medios, mientras lo oprimía la pobreza y las magras perspectivas de ganarse una subsistencia decorosa.

El contraste entre la brillante carrera artística de Schubert y sus deprimentes circunstancias exteriores, deben haberse manifestado en aquel momento con especial acerbo. Dejó su empleo como maestro asistente en la escuelita de su padre, cargo que le había sido encomendado sólo porque el progenitor consideraba que era una manera para lograr algunos ahorros.

Una petición por la dirección musical de una escuela en Laibach, para la cual había sido recomendado por su maestro Antonio Salieri, fue rechazada a favor de un solicitante anterior, también recomendado por Salieri.

Estaba enamorado de la cantante Therese Grob, pero por razones económicas no podía pensar en el matrimonio. Por otra parte, maravillosas obras manaban de su pluma. Un amigo suyo había enviado a Goethe 34 canciones que Schubert había compuesto para los poemas de aquél, las que incluían obras maestras tales como Erlkönig (El Rey de los silfos), Gretchen am Spinnrade (Margarita en la rueca), Heidenröslein (Rosa silvestre) y An Schwager Kronos (A Cronos, el postillón).

Aparte de las tres sonatas para violín y piano, en el mismo año, 1816, surgió la más bella de sus primeras sinfonías, la Sinfonía Nº 5 en Si Bemol mayor, D. 485. Y sus talentos en ningún momento fueron despreciados.

A la sazón comenzaba a atraer a un círculo de amigos sinceros que le admiraban: poetas, pintores y músicos, que se hallaban entre los más exquisitos talentos y las mentes jóvenes más brillante de la Viena tan acosada por la censura. Pero el público en general no estaba dispuesto a alentar a un pensador musical profundamente serio y penetrante.

Ahora que Napoleón estaba derrotado y el imperio presumiblemente a salvo de las ideas amenazantes engendradas en Francia en 1789, las clases media y aristocrática hacían del vals vienés y las óperas de Rossini su música predilecta. Estas tres sonatas para violín y piano quedaron en su forma de partituras manuscritas, a pesar de que, sin duda, fueron interpretadas durante las reuniones del círculo de Schubert.

En una memoria escrita por Eduard von Bauernfeld para la Wiener Zeitschrijt für Kunst (Revista Vienesa de Arte) en junio de 1829, pocos meses después de la triste y prematura muerte del compositor, estas sonatas son consideradas como parte de "las más maravillosas dentro de la obra de Franz Schubert, que hasta el presente no han llegado a ser conocidas en general".

Posteriormente, en el mismo año, fueron vendidas por el hermano del autor, Ferdinand, al editor Anton Diabelli, quien las publicó en 1836 como tres "Sonatinas", Opus 137. Schubert las llamaba "Sonatas" en su original, pero el sagaz Diabelli probablemente creyó que aumentaría las ventas de estas obras, al dar la idea de que se trataba de música "fácil", apta para estudiantes y aficionados.

Lamentablemente, la denominación engañosa de "Sonatina" persistía en su desmedro, mientras que en realidad son Sonatas completas. Y aunque no requieren extrema bravura del violinista ni del pianista, el mismo desarrollo de la literatura cada vez más brillante del violín, un acompañamiento de estilo virtuoso con miras al espectáculo y lucimiento personal, ha sido la causa de que estas obras de Schubert hoy día no resulten en absoluto "fáciles" de ejecutar. Requieren músicos fervientes con un amor y sentimiento especial hacia el idioma de Schubert y la claridad de la era clásica para comunicar su lucidez y belleza.

La etapa de la carrera de Schubert representada por estas sonatas es la de un compositor joven e inspirado que ha encontrado la primera expresión libre de originalidad y genio en sus canciones, y está en ese momento comenzando a elaborar su propio camino en las grandes formas instrumentales. 


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