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22/12/2014 - Cine

"El porno en Argentina se hace como se puede"

Con un tono alejado de toda condescendencia y quitando el velo de la sordidez, las periodistas Alejandra Cukar y Daniela Pasik lanzaron la investigación Porno nuestro. Crónicas de sexo y cine, un libro que analiza el terreno vernáculo del cine pornográfico heterosexual en la Argentina, un género caracterizado por ser una "protoindustria" que "se hace como se puede" y que, entre altos y bajos, se encamina hacia la reinvención.

El motor de quienes hacen películas porno en Argentina -actores, actrices y directores- varía entre una búsqueda interior, un negocio y una pretensión artística pero, para todos, indefectiblemente, "es un placer", subrayan las autoras aTélam.

Porno nuestro (Marea) es una invitación a espiar el detrás de escena de un universo analógico -o de una industria que no fue- que tuvo su auge local en los 90, un pico entre 2006 y 2007 y que ahora está intentando acomodarse a los nuevos soportes. 

Este "ambiente", como también lo llaman las autoras, está concentrado en personajes que tratan de sobrevivir con fiestas eróticas, la lenta producción de alguna película, las filmaciones a parejas que quieren su propia porno o trabajos para afuera.

Está la madre que alterna familia con trabajos como actriz porno y escort (acompañante); el célebre director que conoce a todos; la vieja dupla director-actriz que destila veneno y la nueva, dos pornógrafos intelectuales que se aman. En el medio, los que ocultan su profesión, soledades y, al final, ganas de dormir "en cucharita". 

Pasik ya vení­a trabajando en el tema, mientras que su compañera "estaba en cero" y querí­a "ir al terreno y ver todo eso", dice. Eso, literalmente, fue un impacto. "El primer contacto con el mundo porno fue un casting en el boliche El sótano, un lugar sórdido en Bajo Flores. Para mí,­ fue lo más surrealista de todo lo que vimos. Fue la primera vez que vimos sexo en vivo y terminamos siendo jurado del casting con público", recuerda Cukar. 

"Primero habí­a un «glory hole» (agujero de la gloria), una pared con agujeros donde los hombres metían el pito y del otro lado había chicas que se los chupaban. Al que se le paraba pasaba a otra ronda, a una cama extraña. Fue raro, divertido, pero te poní­a nerviosa y, por otro lado, no lo podí­a creer", completa Pasik. 

Así, palabras como orgías, gang bang, bukkake, posporno, bondage, hardcore, anal, MILF, swinger, entre otros tantos términos de la jerga, se convirtieron en cotidianos e incluso, de repente, "mucha gente empieza a contar su experiencia mirando porno. Gente inesperada que no imaginas que lo van a contar. Hay muchas más personas que miran porno de las que lo dicen", cuentan. 

El libro es también un paneo con perlas como, por ejemplo, que una de las películas porno más antiguas de la historia del cine mundial es argentina. Birome, dulce de leche y "El satario", un corto que rodó un ignoto en las costas de Quilmes entre 1907 y 1912 y es el filme más antiguo de la Colección Alfred Kinsey en Estados Unidos.

Si bien Porno nuestro recorre una galería de personajes, se vertebra en dos directores y sus entornos: Víctor Maytland y César Jones. El primero, nombre clave del cine pornográfico local, es realizador, entre muchas, de "Las tortugas pinjas", la película más vendida del género en el país, que incluso tuvo una remake en Estados Unidos. El segundo, más joven y con quince películas en su haber, tiene un perfil más de culto. 

Sin embargo, Pasik aclara: "Hay una manera de definirlos fácil, el mainstream y el de culto, pero en realidad los dos tienen ganas de vivir de eso y hacen todo lo posible para resurgirlo y convertirlo en industria. Cada uno tiene sus morbos, gustos y subjetividades y con productos bien diferentes". 

Entre estos universos pendula el libro, con gente que se aferra a los márgenes de lo que dejó el género que hoy, dicen, no es rentable. Hubo una explosión en los 90 y una segunda ola entre 2006 y 2007 cuando "vinieron de Europa a traer un festival y producir porque la población porteña -donde se hace- tiene un look europeo a precio latinoamericano, entonces era un buen negocio, pero eso dejó de pasar", dice Pasik. 

Télam: ¿Por qué ya no mueve dinero?
Cukar: Tiene que ver con Internet, pero eso es a nivel global y no sólo con el porno. Hay muchas razones, una es la aparición de Poringa y otras páginas de sexo gratis. Van cambiando los soportes y, en las transiciones, baja. Del cine al VHS hubo una baja, después otra vez cuando pasó a DVD y al cable. Ahora hay una transición y los nuevos están tratando de vender por Internet, el porno se va reacomodando a lo largo de la historia. 

Pasik: En el porno argentino nunca hay tanta guita, los precios son irrisorios, uno piensa que debería pagarse muchísimo más porque están poniendo el cuerpo. Las películas se hacen con presupuestos muy bajos. El porno, a diferencia de otros géneros, no tiene subsidios. Se hace como se puede. El costo es lo menos posible, tratando de que pagar menos por la locación y más a la gente. 

T: ¿Quiénes hacen porno en Argentina?
Pasik: Son muy distintos. A diferencia de Estados Unidos que la industria comparte escenario con el mundo stripper, acá el porno comparte un territorio con los swingers, en su mayoría. 
Cukar: Eso y el gusto por el sexo, todos lo disfrutan mucho de verdad, no hay nadie que lo está pasando mal o está obligado. Es un denominador común. Para todos es un placer.

T: A lo largo del libro, hay un tono un poco burlón, ¿por qué?
Pasik: La risa ayuda a transitar momentos que te ponen incómodo. Creo que hay un tono gracioso porque es algo que nos iba pasando al estar ahí­, no sabés bien cómo reaccionar. Primero te reí­s y después entrás. Fue intuitivo más que planeado.
Cukar: Son cosas que no te esperás y que no son habituales para la vida de nadie, serí­a distinto si te reí­s de gente que la está pasando mal, pero acá nadie la pasa mal. No es ofensiva la risa, es autodefensa, eso nos tiñó un poco el tono, pero también empatiza con el lector que no es del mundo porno. 

T: El amor y la soledad ¿qué rol ocupan?
Pasik: Es un contrapunto, uno se imagina -a priori- que en el mundo del porno es sexo, sexo y sexo y, en realidad, la idea del amor dentro del mundo del porno recorre todo el libro. Hay actores que dicen que no cogen fuera del laburo, y otros que sí­, pero que quieren estar con sus parejas. 
Cukar: Samantha, una de las actrices, transmite una sensación de soledad brutal, es un perro apaleado en el mundo, es el caso protípico de sordidez que uno se imaginaría, pero hay muchas mujeres más que no son como ellas, Samantha no es la norma. La norma es gente que tiene sus relaciones sociales. 

T: Después del libro, ¿qué sensación les quedó del mundo porno?
Pasik: No lo podrí­a volver a ver igual porque vi el backstage y lo miro con más cariño y condescencia que antes y, por otro lado, le veo los hilos, hay un halo de misterio que desaparece

Cukar: La sensación es que es gente como nosotras, con la que te podés sentar a charlar, tomar mate, conocer a su familia. Todo eso que sentí­a como muy lejano, se te va. De golpe, son pares. Salvo un par de personajes que no me tomarí­a un café otra vez, el resto es gente como vos y como yo a la que le gusta mostrarse teniendo sexo. 

 


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